(Suena: Death And All His Friends – Cold Play)
Cada día que pasa, se confirma más mi teoría: “Hablar está sobrevalorado”.
Sí, a veces las palabras; simplemente, sobran. Las palabras con como hojas caidas de los árboles en otoño, son caducas, son endebles, son efímeras... las palabras; como a las hojas, se las lleva el viento. Es cierto, que los hechos valen más que las palabras, pero a veces sobran; tanto unos como otros.
Hay momentos, en los que con el silencio, es más que suficiente; los momentos más felices de mi vida, transcurrieron en silencio.
Cuando estoy con él; sí, con el amor de mi vida. Yo... no necesito las palabras. Sólo notar su mano sobre la mía, Dios, que sensación tan dulce. Apoyarme en su pecho y sentir su respiración y el latir de su corazón... sólo recordarlo se me saltan las lágrimas. Un beso inesperado, me estremezco.
Mi profesora de Historia, siempre dice “[...]la realidad siempre supera a la ficción”. La verdad es que tiene razón. El principe azul literario, que lucha contra viento y marea, y te llama para que te asomes a la ventana a recitarte promesas de amor eterno; puede que exista, pero esos poemas, esas poesías, nunca superarán el amor que transmite el silencio. El silencio es internacional, por ello es la lengua del amor. A través de una mirada, a través de una caricia, un leve beso, un abrazo... a través de todo ello fluye el amor. El recuerdo de una mirada perdura en la memoria; mientras que las palabras, que son carne de olvido.
Escribir a cerca de todo esto hace que de lágrimas se llenen mis ojos; de tristeza, pero a la vez de alegría. Es cierto, yo no puedo experimentar eso con frecuencia, pero guardo un recuerdo más vivo, más ardiente, más real... de todo ello; pero soy una persona optimista, y sólo pienso, que todo esto que paso hoy, me ayudará a valorar todo de manera más intensa mañana.
Finalizaré con unas palabras de San Pablo: “[...]el amor jamás pasará”.
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